lunes, 23 de marzo de 2020

El desastre perfecto para el capitalismo de desastre



 La pandemia actual de coronavirus representa una oportunidad única para repensar la forma en que habitamos la Casa Común, la forma en que producimos, consumimos y nos relacionamos con la naturaleza. Ha llegado el momento de cuestionar las virtudes del orden del capital: acumulación ilimitada, competencia, individualismo, indiferencia ante la miseria de millones, la reducción del Estado y la exaltación del lema de Wallstreet: "la codicia es buena" (greed is good). Todo esto ahora está en jaque. Tiene los días contados.
Lo que puede salvarnos ahora no son las empresas privadas, sino el Estado, con sus políticas generales de salud, siempre atacadas por el sistema de "mercado libre" y serán las virtudes del nuevo paradigma –defendido por muchos, y por mí–, del cuidado, de la atención, de la solidaridad social, la corresponsabilidad y la compasión.
El primero en ver la urgencia de este cambio fue el presidente francés, neoliberal y del mundo financiero, Emmanuel Macron. Habló claramente: “Queridos compatriotas, necesitamos sacar lecciones del momento en que estamos pasando, cuestionar el modelo de desarrollo que nuestro mundo eligió hace décadas, que muestra sus fallas a la luz del día, y cuestionar las debilidades de nuestras democracias. Lo que revela esta pandemia es que la salud gratuita sin condiciones de ingresos, historial personal o profesión, y nuestro Estado de Bienestar Social, no son costos, ni cargas, sino bienes preciosos, ventajas indispensables cuando el destino llama a la puerta. Lo que revela esta pandemia es que hay bienes y servicios que deben estar fuera de las leyes del mercado”.
Aquí muestra su plena conciencia de que una economía de mercado, que todo lo comercializa, y su expresión política, el neoliberalismo, son perjudiciales para la sociedad y para el futuro de la vida.
Aún más sorprendente fue la periodista Naomi Klein, una de las críticas más perspicaces del sistema mundial, y que sirvió como título de mi artículo: "El coronavirus es el desastre perfecto para el capitalismo de desastre". Esta pandemia produjo el colapso del mercado de valores (intercambios), el corazón de este sistema especulativo, individualista y anti-vida, como lo llama el Papa Francisco. Este sistema viola la ley más universal del cosmos, de la naturaleza y el ser humano: la interdependencia de todos con todos; que no hay ser, mucho menos nosotros los humanos, como una isla desconectada de todo lo demás. Además, no reconoce que somos parte de la naturaleza y que la Tierra no nos pertenece para explotarla a voluntad, sino que pertenecemos a la Tierra. En opinión de los mejores cosmólogos y astronautas, que ven la unidad de la Tierra y la Humanidad, somos esa parte de la Tierra que siente, piensa, ama, cuida y adora. Sobreexplotando la naturaleza y la Tierra, como lo estamos haciendo en todo el mundo, nos estamos dañando, y nos estamos exponiendo a sus reacciones, incluso a los castigos que nos impone. Es una madre generosa, pero puede enfadarse y enviarnos un virus devastador.
Apoyo la tesis de que esta pandemia no puede combatirse sólo por medios económicos y sanitarios –que siempre serán indispensables–. Lo que nos exige es cambiar el tipo de reacción que tenemos con la naturaleza y la Tierra. Si, después de que la crisis ha pasado y no hacemos los cambios necesarios, la próxima vez, puede ser que sea la última, ya que nos convertimos en enemigos de la Tierra, y puede que ya no nos quiera aquí.
El informe del profesor Neil Ferguson en el Imperial College de Londres declaró: "este es el virus más peligroso desde la gripe H1N1 de 1918. Si no hay una respuesta inmediata, habría 2’2 millones de muertos en Estados Unidos y 510.000 en Reino Unido". Esta declaración fue suficiente para que Trump y Johnson cambiaran de posición de inmediato, comprometiendo tardíamente grandes sumas para fortalecer a la población. Mientras, en Brasil, al Presidente no le importa, trata el asunto como una "histeria" colectiva, y en palabras de un periodista alemán de la Deutsche Welle: "Actúa criminalmente. Brasil está dirigido por un psicópata, y el país haría bien en deponerlo tan pronto como sea posible. Habría muchas razones para ello”. Esto es lo que el Parlamento y el STF, por amor a la población, deberían hacer sin demora.
La hiper-información y las apelaciones en los medios no son suficientes. Eso no nos mueve a cambiar el comportamiento requerido. Tenemos que despertar nuestra razón sensible y cordial. Superar la indiferencia y sentir el dolor de los demás con el corazón. Nadie es inmune al virus. Ricos y pobres, tenemos que mostrar solidaridad entre nosotros, cuidarnos personalmente y cuidar a los demás, y asumir la responsabilidad colectiva. No hay puerto de salvación. O nos sentimos humanos, co-iguales, en la misma Casa Común, o nos hundiremos todos.
Las mujeres, como nunca antes en la historia, tienen una misión especial: ellas saben sobre la vida y los cuidados necesarios; pueden ayudarnos a despertar nuestra sensibilidad, hacia los demás y hacia nosotros mismos. Ellas, junto con los operadores de salud (personal médico y de enfermería) merecen nuestro apoyo sin restricciones. Cuidar a quien nos cuida, para minimizar los males de este terrible asalto a la vida humana.            
Fuente; Página de Boff

martes, 10 de marzo de 2020

ISIDORO El ÚLTIMO COCHERO

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El dos de enero de 1880, en la casa número 2, entre las esquinas de Teñidero y Chimborazo en la parroquia La Candelaria, nació Macario Isidoro Cabrera González, siempre fue conocido como ISIDORO.

Su primer nombre fue poco conocido, su padre fue Victorino Cabrera era de origen canario.  
Desde adolescente heredó el oficio de su padre, montado en su carruaje tirados por caballos, aunque en fue en 1911 cuando obtuvo la licencia oficial.

La elegancia de Isidoro y su Coche

Isidoro Cabrera, era un hombre elegante, ligeramente gordo de buen  vestir y mejor trato, supo codearse con lo mejor de la época, fue testigo de muchos amores y galanteos, guardo grandes secretos, en los paseos que a cualquier hora de la madrugada hacín por las calles de aquella ciudad de los techos rojos, fría, bañada por la brisa que bajaba del Ávila.
Él y Billo simpatizaron desde el primer día, nació una amistad que les duro hasta la muerte.

En las décadas de los años 40 y 50, llevaba y esperaba a Billo en todas las presentaciones y fiestas que tenia, disfrutaban el paseo con guitarras y amores.

Fue testigo mudo de los amores y conquistas de los patiquines y pájaro bravo de ese entonces, pero su hermano del alma fue el músico.

Comenta el Cronista Román Martínez Galindo, que Billo le relató cómo fue el primer encuentro con Isidoro y su coche. Corría el año 1938, la orquesta que amenizaba a Caracas se llamaba la Billo’s Happy Boys”, la fiesta más importante de la época se hizo en el “Club Paraíso”, asistió como invitado de honor el general Eleazar López Contreras, presidente de la República.

Billo, un joven inquieto y enamoradizo de 22 años, cuenta que a la medianoche llegó a la mansión “en su regio y señorial coche refulgente de rojo, con lujosos asientos tapizados en cuero negro, tirado por un enjaezado muy bien cuidado caballo alazano engalanado con gríngolas bordadas de azules arabescos andaluces y el cochero conductor de aquel carruaje que parecía salido de una novela de Alejandro Dumas, el famoso cochero Isidoro”.

 Luis María Frómeta Pereira (conocido como Billo Frómeta), inmortalizó a Isidoro Cabrera, lo conoció cuando tenía 22 años en 1938, desde esa noche el cochero lo acompañó hasta el final de sus días.

En diciembre de 1963, Caracas perdió a uno de sus iconos, Billo sintió la despedida del amigo, llego a exclamar “porque te vas, sin esperar el Cuatricentenario de Caracas”.

Su saludo siempre fue ¡Epa Isidoro!, le compuso una canción para que no pasara al olvido y lo inmortalizo.

Billo Compositor

Pero en 1970, en una fiesta se paró ante el micrófono y cantó, le salió del alma “Epa Isidoro”, no estaba en la programación, todos los músicos quedaron asombrados, le hicieron el coro, todos pararon de bailar y empezaron a cantar y aplaudir, el éxito fue total, parecía que el espíritu del cochero se había posesionado del músico.

Desde ese día en todas sus presentaciones y bailes era y es hoy, una canción obligada en el repertorio.

( Epa Isidoro, buena broma que me echaste// El día que te marchaste sin acordarte de mi serenata// Epa Isidoro, cuando vuelvas por Caracas// Explícale a las muchachas que te fuiste lejos sin decir adiós ) ...

El caballero andante era pulcro en el vestir y sus modales “vestía de rigurosa etiqueta, tocado por un sombrero a lo gentleman londinense, anudaba corbata y hacía gala de camisa sport fix  a la última moda,  de flux negro con finas rayas longitudinales todo confeccionado en legitimo casimir inglés, y cortado por el sastre Chacho, los zapatos negros de patente reflejaban la luz como límpidos espejos y sobre ellos ostentaba polainas como si fuera un lord que estuviera de visita en el Paris de la bella época”.
Evidentemente siempre fue un hombre importante que causaba respeto y confianza.

Entre las esquinas de San Francisco y Monjas

Así como hoy vemos las paradas de taxis, Isidoro también tenía sus paradas, la más usual, estaba ubicada entre las esquinas de San Francisco y Monjas, en la calle lateral de la Asamblea Nacional.

Si no lo encontraban allí, lo buscaban por Capitolio, el bulevar del Panteón o la plaza Altagracia. Isidoro Cabrera era el único en su oficio que era conocido y lo llamaban por su nombre y apellido, porque los otros colegas cocheros eran conocidos y los llamaban por sus sobrenombres o apodos, Rabanito, Masca vidrio, Morrongo, el Elegante, padre Eterno, otros.
También tenían sus carruajes en las esquinas del centro de Caracas.

 A finales del siglo XIX, las calles de la ciudad eran de tierras, no había llegado el cemento o pavimento, salvo las calles principales que eran empedradas, esa fue la ciudad donde comenzó sus inicios el joven Isidoro.

El transporte para las mercancías y las personas se hacía con bestias, esa era la tracción, animal. Habían arrieros de burros y mulas, carruajes sencillos, de cuatro ruedas lujosos y techados, las frutas y los productos agrícolas los traían desde Petare, Chacaíto y Chapellín pasando por el pueblo de Sabana Grande hacia el centro de Caracas.

El Cochero querido por todos

En 1889, el General Ignacio Andrade era el presidente de la República, Isidoro lo condujo en su carruaje hasta la casa de Gobierno, en el trayecto el presidente lo conoció mejor y le ofreció ayudarlo, cuando descendió del coche le dijo: “Vuelva mañana que le voy a hacer un regalo”. El presidente le cumplió, le obsequio un coche nuevo un “Victoria” ingles.

El Cronista Lucas Manzano cuenta que Isidoro, mantuvo una gran amistad con don Julián Sabal, una estrella de la sociedad caraqueña, cliente del prestigioso Club Venezuela.

El cochero lo buscaba a su casa o al trabajo y lo trasladaba al club, lo esperaba hasta que saliera igual hacia con Billo. Dice el Cronista que “Días antes de postrarse en el lecho, Don Julián Sabal, sin que Isidoro lo sospechara escribió de su puño un párrafo en el cual le dejaba su ropa, zapatos, y unos cuantos bolívares para que reformara su coche y renovara los caballos.

Isidoro Cabrera, el fiel y honesto cochero trajeado todo de negro y con los caballos enlutados, acompaño al cortejo fúnebre durante todo el trayecto”. Era cumplidor con sus amigos.

Fuente: Marjorie de Freitas
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