Saber, y tener conocimiento de los datos de
la realidad, no es todavía hacer. ¿Qué nos impulsa a actuar? ¿Qué visión del
mundo y qué valores deberíamos incluir? Nos orienta un texto importante de la
parte final de la Carta de la Tierra, en cuya redacción también participé.
Como
nunca antes en la historia, el destino común nos llama a buscar un nuevo
comienzo. Esto requiere un cambio de mentalidad y de corazón. Exige un nuevo
sentido de interdependencia global y de responsabilidad universal. Debemos
desarrollar y aplicar con imaginación la visión de un modo de vida sostenible a
nivel local, nacional, regional y mundial (El camino por delante).
Observemos
que no se trata sólo de mejorar el camino andado. Este nos llevará a las crisis
cíclicas que ya conocemos, y eventualmente al desastre. Se trata de “buscar un
nuevo comienzo”. Se nos reta a reconstruir la “Tierra, nuestro hogar, que está
viva, como una Comunidad de Vida única” (CT, Preámbulo a). Sería engañoso
cubrir las heridas de la Tierra con venditas, pensando que podemos curarla.
Tenemos que revitalizarla y rehacerla para que sea la Casa Común.
“Esto
requiere un cambio de mente”. Cambio de mente significa nueva mirada sobre la
Tierra, tal como la nueva cosmología y biología la presentan. La Tierra es un
momento del proceso evolutivo que tiene ya 13.700 millones de años, y la Tierra
4.300 millones de años. Después del big bang, todos los elementos físico-químicos
se forjaron durante más de tres mil millones de años en el corazón de las
grandes estrellas rojas. Al explotar, lanzaron en todas las direcciones estos
elementos que formaron la galaxia, las estrellas como el Sol, los planetas y la
Tierra.
Está
viva, con una vida que irrumpió hace 3.800 millones de año. Un superorganismo
sistémico que se autoorganiza y se autocrea continuamente. En un momento
avanzado de su complejidad, hace unos 8-10 millones de años, una parte de ella
comenzó a sentir, pensar, amar y adorar. Surgió el ser humano, hombre y mujer.
Es la Tierra misma, consciente e inteligente ahora, por eso se llama homo,
hecho de humus.
Esta
cosmovisión cambia nuestra concepción de la Tierra. La ONU, el 22 de abril de
2009, la reconoció oficialmente como la Madre Tierra porque genera y nos da
todo. Por eso la Carta de la Tierra dice: “Respetar la Tierra y la vida en toda
su diversidad y cuidar de la comunidad de la vida con comprensión, compasión y
amor" (CT 1 y 2). La Tierra como suelo la podemos comprar y vender. A la
Madre, sin embargo, no la compramos ni vendemos; la amamos y la veneramos.
Tales actitudes deben ser transferidas a la Tierra, nuestra Madre. Esta es la
nueva mente que tenemos que hacer nuestra.
“Requiere
un cambio de corazón”. El corazón es la dimensión del sentimiento profundo, de
la sensibilidad, el amor, la compasión y los valores que guían nuestra vida.
Especialmente en el corazón se encuentra el cuidado, que es una forma amistosa
y afectuosa de relacionarse con la naturaleza y sus seres. Tiene que ver con la
razón sensible o cordial, con el cerebro límbico, que surgió hace 220 millones
de años cuando los mamíferos irrumpieron en la evolución. Todos ellos, como el
ser humano, tienen sentimientos, amor y cuidado a sus crías. Eso es el pathos,
la capacidad de afectar y ser afectado, la dimensión más profunda del ser
humano.
La
razón (el logos), la mente a la cual nos hemos referido anteriormente, apareció
hace sólo 8-10 millones de años con el cerebro neocortical y en la forma
avanzada como homo sapiens (el hombre actual) hace unos cien mil años. Éste, en
la modernidad, se ha expandido exponencialmente, dominando nuestras sociedades
y creando la tecnociencia, los grandes instrumentos de dominación y
transformación de la faz de la Tierra, creando inclusive una máquina de muerte,
con armas nucleares, y otras, que pueden acabar con la vida humana y la de la
naturaleza.
La
inflación de la razón, el racionalismo, ha creado una especie de lobotomía: el
ser humano tiene dificultad para sentir al otro y su sufrimiento. Necesitamos
completar la inteligencia racional, necesaria para resolver las necesidades de
supervivencia de nuestra vida, pero hay que completarla con inteligencia
emocional y sensible para que seamos más completos y asumamos con pasión la
defensa de la Tierra y de la Vida.
Necesitamos
el corazón, para que nos lleve a escuchar tanto el grito de la Tierra como el
grito del pobre, y a forjar, como dice el Primer Ministro chino Xi Jinping:
“una sociedad moderadamente abastecida”, o como decimos nosotros: una sociedad
con un consumo sobrio, frugal y solidario.
Fuente:
Página de Leonardo
Boff