sábado, 17 de septiembre de 2022

Reencontrarse para seguir viviendo: Comentarios al Evangelio de Lucas 15, 1-32 por Argenis León Solórzano

 

La prensa mundial nos anuncia a diario la grave crisis de humanidad que se vive en el mundo.  El deterioro de los equilibrios ambientales, la depresión económica, las guerras, la pandemia, la iniquidad social, etc han generado situaciones de exclusión social intolerables a la conciencia cristiana.  La migración forzada de millones de personas del Tercer Mundo hacia el norte en la búsqueda de mejores condiciones de vida.  En lo interno de los países somos testigos del creciente empobrecimiento de importantes segmentos de la población generando una sociedad desigual en la que a los excluidos se le hace imposible cada vez más el acceso a la salud, educación, trabajo, recreación.

En el evangelio de hoy a Jesús se le acusa de compartir con aquellos considerados marginados de la sociedad.  A quienes lo acusan le responde con un conjunto de parábolas en la que expresa los valores presentes en el corazón de Dios. Jesús le responde con la narrativa del pastor que habiendo perdido una de sus cien ovejas, deja las noventa y nueve y va en su búsqueda.  Al encontrarla regresa con la oveja recuperada en sus hombros y le dice a sus amigos, felicítenme porque encontré la oveja que se me había perdido.  Así también hay alegría en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por las 99 "personas buenas" que no necesitan arrepentirse.

También Lucas narra la parábola del "Padre Misericordioso".  El hijo menor le pide su parte de la herencia que le corresponde, la vende y se va al exterior.  Una vez gastada en placeres, siente hambre y busca un trabajo.  Su situación precaria le hace codiciar las algarrobas que alimentaban a los cerdos.  Recordó cuando estaba en su hogar que no le faltaba nada y arrepentido regresa a su casa.  Su padre todas las tardes subía a una colina cercana, viendo el horizonte con la esperanza de ver el regreso de su hijo.  Rogando al cielo, lo esperaba de retorno.  Al regresar el hijo pródigo corrió a su encuentro y lo recibió con abrazos.

 Hoy la situación ha cambiado radicalmente.  Millones de jóvenes han migrado al exterior buscando mejores condiciones de vida, algunos han vendido todo lo que tienen para hacer posible el viaje y triunfar.  Muchos de los jóvenes han regresado del exterior sin lograr sus objetivos.  Otro tanto ha solicitado apoyo oficial para su regreso a la patria.  Ante esta coyuntura no debe haber espacio para la crítica sino para la apertura.  Debe prevalecer la alegría de recibir al hijo que se había perdido y ahora está entre nosotros.  Es hora de entender que la en la migración y en la marginalidad interna hay un componente social de iniquidad que exige ser atendido.       

La figura del Dios Padre se hace presente en el evangelio de hoy.  Es un Dios que con entrañable amor espera, perdona, restablece y celebra la llegada del hijo.  El migrante y el excluido del sistema ocupan un lugar preferencial en el corazón de Dios.  Mientras que el sistema los descarta Dios cual Padre amoroso busca su inclusión en la comunidad, tal como dice el teólogo José Vigil "El peligro de uno hace incrementar el amor por él, y su salvación causa mayor alegría.  El lugar de salvación para el individuo es la comunidad fuera de ella está el peligro de perderse".

¡Que Dios bendiga a nuestros hijos e hijas!

Reverendo Argenis León

Pastor de los Altos Mirandinos

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