jueves, 6 de mayo de 2021

Asistir al Banquete

Muchos estudiosos del Evangelio de Mateo coinciden en afirmar que éste se escribió después del año 70, posteriormente de la destrucción del segundo templo y de la guerra judeo-romana. Entonces se trata de un evangelio escrito en medio de un contexto de guerras y  violencias, donde le han asesinado a su líder y que también, como producto de esta violencia permanente que caracteriza a nuestras sociedades, tuvo que huir debido a las persecuciones que  vivían recibían en Jerusalén, Palestina.

En los capítulos del  7 al 11 del libro de los Hechos, se narra parte de esta persecución iniciada con la lapidación de Esteban y su consecuente huida a otras regiones como Fenicia, Chipre y Antioquía. En esta última perteneciente a Siria, se radicó la Comunidad del Evangelio de Mateo. Es decir, que parte de la expansión del evangelio por las regiones de la cuenca del Mediterráneo, se debieron al conjunto de persecuciones y violencias recibidas por grupos que vieron en  la predicación del evangelio, una amenaza “inusual y extraordinaria” a la sociedad de entonces.

Y este contexto es internalizado por quienes escriben, por quienes intentan dar respuestas a las diferentes situaciones por las que están atravesando. En Mateo 22, 1-14 se nos narra los acontecimientos ocurridos durante la convocatoria y el inicio del Banquete de la boda del hijo del rey. Jesús utiliza a la estructura monárquica para comparar al cielo, porque esa era la estructura de poder que se conocía entonces. Posiblemente, si Jesús viviera en nuestros días nos hablaría de las repúblicas democráticas como parábola para la nueva democracia participativa y protagónica con la que se construiría el Reino.

Voluntariamente no asisten al banquete los propietarios de tierras, los que han saqueado al pueblo, sus opresores, quienes le roban sus pertenencias, se apoderan de su trabajo, los propietarios de esclavos, los latifundistas, entre tantos, se niegan a asistir a esa celebración porque desconocen al mandatario, y matan al emisario porque se creen superiores y dueños de la vida. Son supremacista.

Asistir al banquete entonces, en medio de una situación de conflictos y guerras de todo tipo, en medio del desprestigio que los poderosos hacen a quienes construyen un mundo distinto, inclusivo, implica tomar una postura ante la vida, ante los vecinos, las vecinas, implica un compromiso. En el banquete se pone a prueba las vestidura, el conjunto de creencias ideológicas que sustenta la existencia. La infiltrada, el infiltrado se delata porque no puede dar respuestas adecuadas que permitan su permanencia en la celebración. Celebrar significa también ruido, música, ponerse en evidencia. No puede celebrar  junto aquellas y aquellas que son consideradas no-personas o chusmas.  Asistir al banquete de la boda del hijo, o hija del no-rey o no-presidente, es un acto de celebración, de alegrías, pero también de riesgos, de compromisos con las excluidas y excluidos por las corporaciones, por los imperialistas y sus seguidores. Es ponerse en evidencia de que estamos dispuestas y dispuestos a denunciar las injusticias, los engaños y que nuestra opción sigue siendo por los pobres y excluidos de la tierra.

 

Carol Lenderbor

Adulta Mayor

Integrante de la Comunidad

 Jesús el Buen Pastor

 

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