Las fiestas en Cimarrona siempre fueron un punto de encuentro de los tocuyanos. Sabía de las andanzas de papá y sus amigos por esos lados; conocía la historia de la famosa canción “Ramoncito en Cimarrona”; además de que mi militancia en la izquierda nos hacía recorrer muchos de esos caseríos para hacer “trabajo de masas” visitando en varias oportunidades tanto a Cimarrona como al caserío Maraca cercano al anterior.
Fue en un agosto de 1968, casi por cumplir yo 17 años, se estaba organizando uno de esos encuentros, que lo llamaban “El Retorno a Cimarrona”; para la fiesta de ese año se quería inaugurar un nuevo caney en donde se llevaría a efecto el encuentro principal, puesto que la casa de “Las Mensajeras”, que era en donde originalmente se realizaban los primeros festejos, ya quedaba pequeña para la cantidad de gente que se acercaba a disfrutarlas. Para esos preparativos me tocó realizar una serie de murales en el mencionado salón, con imágenes adecuadas para esa ocasión: bailadores de tamunangue, conjuntos tocando, entre otras. Tuve que viajar en varias oportunidades a Cimarrona para completar la ambientación de ese espacio y para tal fin hacía ese recorrido en una moto que me prestaba Domingo, un gran amigo que trabajaba en la Tipografía Morán de mi padre.
Llegado el día del inicio de las fiestas, nos trasladamos a Cimarrona en la moto, mientras papá lo hacía en su pequeño carro Sinca azul junto a varios de sus amigos. La parranda de ese día se extendió por un buen tiempo; mientras Don Chema compartía con sus amigos cantando y tomándose sus palos, yo compartía con los míos tomándome unas cuantas cervezas. Ya a altas horas de la noche mi padre decide regresarse y le da la cola a un amigo locutor de Radio Colonial de El Tocuyo mientras yo decido quedarme un rato más pues para mí quedaba mucho por disfrutar.
En la madrugada tomamos la moto para regresarnos; durante ese recorrido, a mitad de camino, nos encontramos con un accidente en donde había un buen grupo de personas tratando de sacar un carro que tenía casi la mitad de su cuerpo metido en la orilla del Río Tocuyo; al bajarme a curiosear observo la cola del pequeño carro azul Sinca y el susto para mí fue de grandes dimensiones, nadie en el lugar supo decirme qué había ocurrido con papá y su amigo. Por tanto tomamos con prontitud la moto y nos dirigimos a mi casa para reportar la novedad, mi cabeza tenía un mar de preocupaciones para encontrar la forma de decirle a mamá, Doña Carolina, lo ocurrido.
Al llegar a casa encuentro un alboroto y pienso lo peor, pero al pasar al patio encuentro a Don Chema, muy sano, con sus amigos contándoles lo ocurrido entre risas, canciones y tragos. La tranquilidad volvió a mi cuerpo, aunque Doña Caro no dejó pasar el momento para darme mi buen regaño.
Al final me incorporé a la reunión pues había mucho que celebrar… ¡La vida del viejo!
Días después me entero que mi hermana Lesbia fue, la que en esa noche, recibió la noticia de lo sucedido a mi papá; me cuentan que ella salió despavorida y gritando:
Mi papá se ahorcó, mi papá se ahorcó.
y tuvieron que calmarla aclarándole que la noticia era:
Don Chema se VOLCÓ.
Gracias a Dios que todo lo sucedido no tuvo mayores consecuencias.
Fuente:
Freddy Ramón Jiménez
Homo Ludenz Nano
04/08/2021
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