viernes, 6 de agosto de 2021

JUAN PERDIÓ SUS DIENTES Por Digna América Luna Villegas

 


El señor Juan Nepomuceno era el jefe de la familia. Era una larga familia. Vivía en una especie de casa de vecindad, donde estaba la original vivienda que había sido de sus bisabuelos, estaba ubicada en un sector llamado Barrio Nuevo. Sin embargo, ese nombre lo traía aquel sector apenas desde los últimos 75 años. Antes, hace 150 o más años, ese sector estuvo ubicado en el antiguo camino hacia El Tocuyo. La casita fundadora de aquella especie de vecindad, era de paredes de bahareque y techo de caña brava y tejas. Las bases de la casa y los soportes del techo, estaban conformadas por grandes maderas tomadas de tallos completos de árboles, algunos habían sido dejados en su forma original, redondeadas y otras estaban hechas en forma rectangular. Esa casita inicial tenía cerca de doscientos años de construida. Después, en el terreno vecino a dicha casita, y siempre haciendo una especie de circulo entre todas ellas, se fueron construyendo las casas para los 5 hijos y las 6 hijas de Juan, de manera que en aquel espacio familiar había 12 casas en total. Para conservar las costumbres de los ancestros las casas no tenían los patios separados, al contrario, era un solo patio, o mejor dicho era un gran solar, con suficiente terreno, en el cual algunos de los habitantes aprovechaban y tenían su huerto familiar con siembra de tomates, cebollín, ají dulce, pimentón, ajo, lechuga; otros preferían sembrar frutales y tenían árboles de mango, semeruco, guanábana, lechosa, cambur, guayaba, entre otros. La esposa de Juan Nepomuceno, Adelaida, tenía una siembra de plantas medicinales donde había matas de sábila, albahaca, menta, oreganón, té verde, malojillo, poleo, entre otras.

La familia acostumbraba reunirse para celebrar los eventos importantes, nacimientos, bautizos, cumpleaños, graduaciones, bodas, y en cada reunión algo inventaban para recrearse, para animarse. Cocinaban algo delicioso, entre todos aportaban los insumos, y como eran tantos familiares, siempre aquellas celebraciones se convertían en grandes fiestas. Además de los hijos e hijas de Juan y Adelaida, había que agregar los hijos de estos, es decir los nietos y nietas. Como toda familia barquisimetana, en aquel grupo de personas había músicos que tocaban el cuatro, las maracas, la tambora, el violín, la guitarra, el acordeón, y además otros y otras cantaban, declamaban, bailaban, de manera que siempre eran unas reuniones con mucha animación y actividades culturales. Eso estaba garantizado. El abuelo Juan era el más animado de todos, era quien tomaba la iniciativa cuando se trababa de celebrar algún evento o alguna fecha significativa para la familia. La abuela Adelaida no se quedaba atrás, le encantaba bailar tamunangue, en el mes de junio de cada año celebraba la familia un tamunangue para darle las gracias a San Antonio y entonces ella se vestía con sus alpargatas, sus largas y amplias faldas con flores y sus blusas blancas con “faralaos” y bailaba. Había aprendido a bailar tamunangue con su abuela Tarcisia. Un día sábado se estaba celebrando en la familia la graduación de médico de Sebastián Andrés, que es uno de los nietos más queridos de Juan Nepomuceno. Sin embargo, a todo el grupo familiar les extrañaba bastante que no se encontrara presente el abuelo Juan. Al ir a su cuarto a indagar que le pasa, la abuela Adelaida ha venido con risitas hasta la reunión y ha contado lo que pasa, y todos los nietos y las nietas se han reído mucho y le han tomado el pelo al abuelo Juan, haciéndole bromas. Pero Juan no quiso salir de su cuarto, no participó de la celebración de su amado nieto Sebastián Andrés que se graduaba ese día de médico, porque Juan perdió sus dientes.

Fuente:                                

Digna América Luna Villegas

Homo Ludens N 

Barquisimeto-Venezuela, 02-06-2021.

 

jueves, 5 de agosto de 2021

UN RETORNO ACCIDENTADO DESDE CIMARRONA (1968) Por Freddy Jiménez


Las fiestas en Cimarrona siempre fueron un punto de encuentro de los tocuyanos. Sabía de las andanzas de papá y sus amigos por esos lados; conocía la historia de la famosa canción “Ramoncito en Cimarrona”; además de que mi militancia en la izquierda nos hacía recorrer muchos de esos caseríos para hacer “trabajo de masas” visitando en varias oportunidades tanto a Cimarrona como al caserío Maraca cercano al anterior.

Fue en un agosto de 1968, casi por cumplir yo 17 años, se estaba organizando uno de esos encuentros, que lo llamaban “El Retorno a Cimarrona”; para la fiesta de ese año se quería inaugurar un nuevo caney en donde se llevaría a efecto el encuentro principal, puesto que la casa de “Las Mensajeras”, que era en donde originalmente se realizaban los primeros festejos, ya quedaba pequeña para la cantidad de gente que se acercaba a disfrutarlas. Para esos preparativos me tocó realizar una serie de murales en el mencionado salón, con imágenes adecuadas para esa ocasión: bailadores de tamunangue, conjuntos tocando, entre otras. Tuve que viajar en varias oportunidades a Cimarrona para completar la ambientación de ese espacio y para tal fin hacía ese recorrido en una moto que me prestaba Domingo, un gran amigo que trabajaba en la Tipografía Morán de mi padre.

Llegado el día del inicio de las fiestas, nos trasladamos a Cimarrona en la moto, mientras papá lo hacía en su pequeño carro Sinca azul junto a varios de sus amigos. La parranda de ese día se extendió por un buen tiempo; mientras Don Chema compartía con sus amigos cantando y tomándose sus palos, yo compartía con los míos tomándome unas cuantas cervezas. Ya a altas horas de la noche mi padre decide regresarse y le da la cola a un amigo locutor de Radio Colonial de El Tocuyo mientras yo decido quedarme un rato más pues para mí quedaba mucho por disfrutar.

En la madrugada tomamos la moto para regresarnos; durante ese recorrido, a mitad de camino, nos encontramos con un accidente en donde había un buen grupo de personas tratando de sacar un carro que tenía casi la mitad de su cuerpo metido en la orilla del Río Tocuyo; al bajarme a curiosear observo la cola del pequeño carro azul Sinca y el susto para mí fue de grandes dimensiones, nadie en el lugar supo decirme qué había ocurrido con papá y su amigo. Por tanto tomamos con prontitud la moto y nos dirigimos a mi casa para reportar la novedad, mi cabeza tenía un mar de preocupaciones para encontrar la forma de decirle a mamá, Doña Carolina, lo ocurrido.

Al llegar a casa encuentro un alboroto y pienso lo peor, pero al pasar al patio encuentro a Don Chema, muy sano, con sus amigos contándoles lo ocurrido entre risas, canciones y tragos. La tranquilidad volvió a mi cuerpo, aunque Doña Caro no dejó pasar el momento para darme mi buen regaño.

Al final me incorporé a la reunión pues había mucho que celebrar… ¡La vida del viejo!

Días después me entero que mi hermana Lesbia fue, la que en esa noche, recibió la noticia de lo sucedido a mi papá; me cuentan que ella salió despavorida y gritando:

Mi papá se ahorcó, mi papá se ahorcó.

 y tuvieron que calmarla aclarándole que la noticia era:

Don Chema se VOLCÓ.

Gracias a Dios que todo lo sucedido no tuvo mayores consecuencias.

Fuente:

Freddy Ramón Jiménez

Homo Ludenz Nano

04/08/2021

miércoles, 26 de mayo de 2021

La Mejor Comida de mi Vida

 


Siempre me preguntan cuál ha sido la mejor comida de mi vida, bueno, hoy les voy a responder y les voy a echar un cuento.

Tendría yo unos catorce años y vivíamos en Villa de Cura, estado Aragua. Fue un final de infancia y un comienzo de adolescencia muy particular. Habíamos ido a parar allá por razones económicas y vivíamos en la calle Páez N° 13, en una casa grandísima que Vinicio Jaén, amigo de mi padre, le prestó.

Para un niño que se hacía adolescente, la idea de irnos de Caracas a un pueblo en el interior del país no era muy buena opción que digamos, pero, ¡oh, sorpresa!, la estadía en Villa de Cura marcó, para bien, nuestra existencia. Allí, estudié parte de mi bachillerato en el Liceo Alberto Smith, en donde pasé años muy divertidos.

En la casa no teníamos ni televisor ni teléfono y creo que en esa época la palabra computadora todavía no existía. Pero, fíjense qué curioso, éramos inmensamente felices y nunca tuvimos tiempo de aburrirnos.

Mi papá trabajaba en Caracas y regresaba al pueblo los viernes. Él nos decía, con razón, que nosotros éramos millonarios, lo que no teníamos era dinero.

Mi madre (excelente cocinera, aún lo es a pesar de los cien años que lleva a cuesta) estaba siempre con un presupuesto al borde de la quiebra, pero jamás dejó de consentirnos con riquísimos y creativos platos cuyos ingredientes nadie sabía de dónde salían.

Con papá, íbamos a pasear en la camioneta de su amigo Vinicio a los ríos cercanos y gozábamos un puyero.

Lo cierto es que en casa nunca hubo bienes materiales tangibles, pero todos los días comíamos muy sabroso y nos divertíamos.

Nadie se quedó sin estudiar y, sobre todo, éramos felices.

Un día, un grupo de muchachos del liceo (éramos cinco amigos inseparables) decidimos ir de excursión a un río que queda cerca de San Juan de los Morros. Viajamos en un autobús que iba de Villa de Cura a San Juan de los Morros y el pasaje costaba un bolívar.

El sitio, bellísimo, era conocido con el nombre de Pozo Azul. Allí estuvimos como hasta las 3:00 de la tarde, por supuesto, con permiso de nuestros padres.

Cuando salimos a la carretera para esperar el transporte de regreso, nos quedamos maravillados.

Frente a nosotros estaban los imponentes Morros de San Juan. Engañosamente los veíamos cerquita y vainas de muchachos, decidimos ir hacia ellos a pesar de la hora.

Nos adentramos por el monte y caminamos, caminamos y caminamos, pero nada que llegábamos a los Morros.

Se hacía ya muy tarde, amenazaba con llover y nosotros, en ese monte alejados de todas partes, nos sentimos perdidos.

Con el último rayo de luz, comenzó un aguacero tipo tormenta. Empapados, nos guarecimos en la pata de un árbol.

No quedaba más remedio que quedarnos allí, asustados toda la noche, pasando frío y hambre.

Solo pensábamos en nuestros hogares y en nuestras familias que a esas alturas estarían preocupadísimas.

Pasamos una noche miserable que se hizo eterna.

Con los primeros rayos del sol decidimos partir para regresar hacia la carretera.

Teníamos mucha hambre.

Como a la hora de estar caminando, nos llegó el inequívoco olor de café recién colado.

A lo lejos, vimos un ranchito de bahareque, de allí venía aquel exquisito olor a café y a leña.

Sin pensarlo, nos dirigimos hasta allá y nos encontramos con una señora que vivía en aquel lugar.

Le contamos lo que nos pasó y la buena mujer, como si fuera la mamá de todos, nos preguntó:

—¿ Quieren desayunar ?

—¡ Siiiiii … ! – respondimos desesperados.

—Pero, muchachos, lo único que tengo es esto.

Y nos enseñó unas hallaquitas que guindaban con un pabilo del techo. Arrancó varias de ellas, ralló un poquito de queso blanco y nos dio una taza de guarapo calientico a cada uno.

No tengo manera de describir el momento tan agradable que pasamos y lo delicioso que resultó ser el sabor de esa comida que, acompañada por el amor de aquel ángel salvador disfrazado de amable señora, parecía ser un sueño.

He tenido la suerte de comer en los mejores restaurantes de Venezuela y de otras partes del mundo, pero en ninguno he encontrado el sabor que esa señora le puso a sus hallaquitas con queso blanco y al café de guarapo.

Definitivamente, la mejor comida de mi vida ... !!!

 

Claudio Nazoa

Escritor Venezolano

Fuente: @claudionazoa

 

¿Dónde esta el Paraíso?

 


martes, 11 de mayo de 2021

Es urgente conformar un movimiento de países sancionados por los EE.UU. y sus aliados

 


Cada día se hace más necesario conformar un comité, club, asociación o movimiento de países sancionados ilegítimamente por los Estados Unidos.

Basándonos en el derecho internacional, nada justifica seguir aceptando las medidas arbitrarias tomadas por el gobierno de los Estados Unidos en perjuicio de aquellos países que no acatan sus instrucciones.

El respeto a la soberanía de cada uno de los países que integra la comunidad internacional es un requisito elemental para garantizar la convivencia pacífica, y más aún en estos momentos, cuando la humanidad atraviesa el desafío más difícil que se le ha presentado en su devenir histórico.

Por eso urge poner freno a tamaña arbitrariedad y comenzar con una contraofensiva, consensuada entre los países perjudicados, que hagan sentir el rigor de su peso geopolítico al país agresor y quienes lo acompañan.

En gran medida, China ya lo viene haciendo a través de respuestas simétricas a las acciones tomadas desde Washington contra la economía china. Es de suponer que otras medidas similares –más boicot a los productos y empresas de los países agresores, así como la coordinación conjunta para aminorar los efectos perjudiciales de las sanciones– no sólo harían retroceder a los países imperialistas, sino que además fortalecería el bloque de países agredidos, lo que les permitiría imponer de una vez por todas una convivencia respetuosa, armónica y en paz.

Como antecedente de esta propuesta, el Movimiento de Países No Alineados (MNOAL) acordó en junio de 2019 instalar un grupo de trabajo para estudiar los efectos de las sanciones. Fue el gobierno de Venezuela, a través de su canciller Jorge Arreaza, quien impulsó esta iniciativa. "Nuestro movimiento va a instalar un grupo de trabajo que se va a dedicar a ver cómo los países se enfrentan y superan los efectos de estas sanciones", manifestó el ministro de relaciones exteriores.

Meses después, ya en este singular año de pandemia, el diputado iraní, Mohammad Reza Mirtajaldini, abogó por la creación de un club de países sancionados por Estados Unidos. El legislador persa expresó que el gobierno estadounidense impone sanciones a quienes defienden posiciones contrarias a sus dictados, por lo tanto, vale la pena formar un club –así lo llamó–, con el fin de mejorar las relaciones entre los países sancionados, como también consensuar estrategias para enfrentar las violatorias medidas que irrespetan el derecho internacional.

Ya se han escuchado muchas voces que repudian la despótica conducta estadounidense. Pero después del brote de la COVID-19, como es lógico, aumentaron los requerimientos de diferentes países y organizaciones multilaterales para que se ponga fin al unilateralismo y la política de sanciones.

En ese sentido, el pasado 6 de octubre, un importante grupo de países, encabezado por China, hizo un categórico llamado en la ONU para poner coto a las arbitrariedades de los Estados Unidos y sus aliados. El embajador chino ante la ONU, Zhang Jun, en nombre de una veintena de países exigió a  Washington  “que dejen de imponer embargos unilaterales contra otros países, en particular, porque afectan la lucha mundial contra la pandemia del nuevo coronavirus, causante de la COVID-19”. Dicha declaración fue firmada por Irán, Venezuela, Nicaragua, Cuba, Bielorrusia, Corea del Norte y Rusia, entre otros.

Sin embargo, todo indica que el gobierno estadounidense no cesará en su política de acoso y presión a todos aquellos que hoy, de una u otra forma, cuestionan su hegemonía. Muchos elementos indican que la decadencia estadounidense sería la principal causa de esa conducta cada vez más belicosa.

De ahí la necesidad urgente de irrumpir con una organización internacional de países sancionados que se decidan a mancomunar esfuerzos para confrontar abiertamente con Estados Unidos, con la posibilidad cierta de sumar a otros países que no han sido sancionados pero que ven esa práctica como una amenaza concreta a su poder de decisión soberana.

El momento es hoy. Sería muy peligroso seguir esperando. Sabemos que el barco imperialista hace aguas por todos lados. No es posible ni conveniente esperar que una implosión termine de una vez por todas con la prepotencia estadounidense. Seguramente en muchos aspectos los Estados Unidos sigue siendo la primera potencia mundial, aunque hay que ver qué pasaría si se diera el caso de tener que confrontar contra un bloque de países, que unidos lo superan holgadamente.

¿Sería un gran riesgo para los países sancionados hacer un bloque para para oponerse a los norteamericanos? Sin duda lo es, pero hay que tener en cuenta que el planeta y la humanidad están en riesgo todos los días, mientras la élite estadounidense siga ejerciendo irresponsablemente el poder que aún detenta.

Fernando Bossi Rojas 

Portal Alba, Alianza Bolivariana para

Los Pueblos de Nuestra América

http://www.portalalba.org/

 

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