domingo, 23 de diciembre de 2018

Rodríguez: un fantasma revolucionario que recorre nuestra América 3 (Autor: Alí Rojas)




Socialismo y causa social
El socialismo científico es la doctrina de Marx y Engels que señala que el socialismo es un estadio entre el capitalismo y el comunismo. Para ellos se “sustituye la propiedad privada de los medios de producción por la propiedad colectiva, instaura la dictadura del proletariado para poder realizar esta tarea y lanza las bases para una sociedad superior basada en la abundancia, la igualdad social y el pleno desarrollo del individuo”.
Rodríguez habla de la Causa Social. “Nada importa tanto como el tener Pueblo: formarlo debe ser la única ocupación de los que se apersonan por la causa social”, dice en 1828. Simón Rodríguez hizo de la educación popular una herramienta eficaz para el vínculo entre saber y trabajo como concepción liberadora.
Saber cosas útiles y hacer del pueblo un propietario. Para ello propone un proyecto de ley en el que expone que “sólo al gobierno toca dirigir los establecimientos Industriales que se hagan en el territorio porque solo él debe considerar las conveniencias económicas, civiles, morales y políticas de la Industria, y la condición de los territorios productores”.
Rodríguez también nos exhorta: “Venzan la repugnancia a asociarse para emprender y el temor de aconsejarse para proceder. Formen sociedades económicas que establezcan Escuelas de agricultura y maestranzas que designen el número de aprendices y hagan reglamentos, para que los maestros no hagan de sus discípulos sirvientes domésticos y para que no consientan que el comercio asalarie por su cuenta a los obreros para reducirlos a la condición de esclavos”.
En una carta que le escribe a Anselmo Pineda (1847) se sintetiza su acción revolucionaria: “Ni los discípulos sabían aprender, ni los obreros trabajar. Estos, con la herramienta de San José, y yo, supliendo con algunos instrumentos que conservo, por curiosidad, hemos hecho, no una obra, sino un milagro”.
Toparquías y comunas
Karl Marx y Friedrich Engels divulgan los resultados alcanzados por la comuna de París en La Guerra Civil en Francia (1871). Para ellos se trata del arquetipo para un gobierno revolucionario futuro. En el marxismo la comuna es una forma de organización política que surge como la contraparte proletaria a las formas de gobierno de la “burguesía”.
En este libro ambos teóricos explican el propósito y la función de la comuna durante la “dictadura del proletariado”: “La Comuna estaba formada por los consejeros municipales elegidos por sufragio universal en los diversos distritos de la ciudad.
Eran responsables y revocables en todo momento. La mayoría de sus miembros eran, naturalmente, obreros o representantes reconocidos de la clase obrera. La Comuna no había de ser un organismo parlamentario, sino una corporación de trabajo, ejecutiva y legislativa al mismo tiempo”.
Rodríguez tiene un conocimiento exhaustivo de su historia. Sabe que en 1552 el Reino de Buría fue uno de los primeros cumbes del mundo y que en 1781 se gestó la primera revolución comunal en los andes venezolanos y neogranadinos.
No utiliza el término comuna, sino los de toparquía y de colonia, vinculándolos con la topofilia, inaugurando así la geografía humanística y cultural con sentido político: “La verdadera utilidad de la creación es hacer que los habitantes se interesen en la prosperidad de su suelo; así se destruyen los privilegios provinciales”, dice en 1847, y agrega, “ojalá cada parroquia se erigiera en Toparquía; entonces habría confederación, ¡el Gobierno más perfecto de cuantos pueda imaginar la mejor política!, es el modo de dar por el pie al despotismo”.
La toparquía es el poder de la gente de cada lugar que se plantea resolver necesidades concretas a partir de las potencialidades de cada espacio preciso”. Para Rodríguez “la mayor fatalidad del hombre en el estado social es no tener con sus semejantes un común sentir de lo que conviene a todos”.
Recorrer el espacio inmenso
Rodríguez y Marx son los dos intelectuales más importantes del siglo XIX. Sus vidas coincidieron entre 1818 y 1854, es decir, 36 años. Sus legados son faro para la humanidad. “Entre la Independencia y la Libertad hay un espacio inmenso que sólo con arte se puede recorrer”, dice Rodríguez en 1830 en la Defensa de Bolívar.
“Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo”, proclaman Marx y Engels en 1848, en el Manifiesto Comunista.
La obra del caraqueño y del rodrigueano Marx sigue recorriendo en las conciencias de los campesinos, creadores y proletarios del mundo el espacio inmenso que nos separa del Estado Comunal.

Alí Rojas Olaya
Fuente: Memorias de Venezuela
N° 60, Octubre 2018

 


sábado, 22 de diciembre de 2018

Rodríguez: un fantasma revolucionario que recorre nuestra América 2 (Autor: Alí Rojas)




La crítica es el alma de la sociedad
Para  Marx  “el  arma  de  la  crítica  no puede reemplazar la crítica de las armas”.  Para  Rodríguez  “el  alma  de  la sociedad es la crítica”.
En Crítica  de  las  providencias  del gobierno escribe que este debe estar persuadido “de que sólo quien tenga ideas  sociales  y  diccionario  social, entenderá bien la Crítica de sus Providencias”.
Más adelante explica por qué escribió este tratado: “¡Como hombre!, no como  peruano  escribo sobre  la  sociedad: esta está donde hay hombres reunidos: cada  hombre  es  individuo del género y el que se interesa por el bien  de  todos  es  miembro  nato  del 
Congreso universal, sin más elección que la de su voluntad: el deber que se impone prueba amor a sus semejantes,  y  el  esmero  con  que  lo  desempeña hace honor a sus sentimientos”.
Valor de uso y valor de cambio
El valor de uso es la capacidad de un objeto  para  satisfacer  necesidades  humanas. Solo toma cuerpo cuando el objeto presta utilidad en el momento  del  consumo.  Marx  afirma  que  el  valor de uso de un objeto es la materialidad del mismo. El valor de cambio es  una  medida  cuantitativa  determinada por el tiempo de trabajo socialmente   necesario  para   producirlas. Para Marx el valor de cambio es tan solo la “forma fenomenal” bajo la cual se oculta el valor mismo. Para Rodríguez  los  tributos  o “arbitrios  deben  tomarse sobre el empleo de las fuerzas, no sobre el valor de las   cosas,   porque las  cosas  no  valen sino por las fuerzas que  se  emplean en ellas, para hacerlas producir”.
La división social del trabajo
La insistencia de Marx y Engels en la necesidad de que el  trabajo intelectual  (educación)  y  el  trabajo  material (productividad)  no  estén  divorciados se sustenta dentro de la crítica general que ambos hacen a la división del trabajo,  porque  ésta  se  convierte en verdadera  división  desde  el  momento en que se separa el trabajo mental y material y el fruto de la división del trabajo  es  la  persona  unilateral, que solo  sirve  mientras  se  le  mantiene enclaustrado en la parcela donde labora.
En Extracto sucinto de la obra Educación Republicana  (1849), Rodríguez  escribe  que  “la  división  de  trabajos, en la confección de las obras, embrutece a los obreros, y si por tener tijeras superfinas y baratas hemos de  reducir  al  estado  de  máquinas  a los  que  las  hacen,  más  valdría  cortarnos  las  uñas  con  los  dientes”.  En Consejos de Amigo dados al Colegio de Latacunga (1845) expresa que “ni fuerzas ni tiempo  alcanzan,  al  pobre obrero, para ganarse el pan”.
Los medios de producción
En la causa social de Rodríguez y en el socialismo de Marx los medios de producción  no  pueden  pertenecer  a  los  capitalistas  (empresarios)  sino  a  la  clase  proletaria,  porque  es  ésta  la  que posee la fuerza de trabajo capaz de hacer que tales medios produzcan bienes y servicios. Para ellos hay que cercenar  la  explotación  del  hombre por el hombre, de manera que el excedente de la producción retorne íntegramente a los trabajadores.
Para Marx el obrero es solo un medio  que  utilizan  los  capitalistas  para reproducirse  como  clase.  Para  Simón Rodríguez el capitalismo es una enfermedad  producida  por  “una  sed  insaciable  de  riqueza”.  En  1842,  en Sociedades americanas, expone que los amos de las grandes empresas de producción cuentan con hábiles abogados que refrendan el robo de la plusvalía obrera porque “el deseo de enriquecerse ha hecho todos los medios legítimos y todos los procedimientos legales; no hay cálculo ni término en la Industria, el egoísmo es el espíritu de los negocios”.
Para Rodríguez estos propietarios se distinguen “por conocimientos ajenos del arte de vivir, conocimientos que en nada contribuyen al bienestar social. Todo lo que saben rueda sobre la Administración, o sobre el curso de negocios establecidos, y estos negocios son, en suma, el aumento de comodidad de las clases ya acomodadas”.
Las grandes empresas deben ser nacionalizadas ya que “sólo al gobierno toca dirigir los establecimientos industriales porque sólo él debe considerar las conveniencias económicas, civiles, morales y políticas de la Industria, y la condición de los territorios productores”. De allí que “saber sus obligaciones sociales es el primer deber de un Republicano, y la primera de sus obligaciones es vivir de una industria que no le perjudique, ni perjudique a otro”.
Marx distingue dos sentidos de medios de producción. En uno, estricto, están las máquinas o accesorios con los cuales se trabaja, y en un sentido amplio las condiciones materiales que intervienen indirecta aunque indispensablemente en el proceso de transformación, como, por ejemplo, el suelo, los canales y las rutas marítimas y terrestres.
Rodríguez y Marx son obreros del pensamiento que hicieron de la compasión base de la causa social y el socialismo. Para Rodríguez “es menester ser muy sensible para convertir el mal ajeno en propio”. Rodríguez veía en los niños pobres la futura dirigencia y la clase obrera emancipada. Por esto criticaba severamente que “entre patriotas no hay uno que ponga los ojos en los niños pobres. No obstante, en estos está la industria que piden, la riqueza que desean, la milicia que necesitan, en una palabra, la ¡Patria!”.

Alí Rojas Olaya
Fuente: Memorias de Venezuela
N° 60, Octubre 2018
 


viernes, 21 de diciembre de 2018

Rodríguez: un fantasma revolucionario que recorre nuestra América 1 (Autor: Alí Rojas)




En   2017   celebramos   el   centenario  de  la  Revolución  Bolchevique  y  los  150  años  de  la  publicación  del  primer  volumen  de  El  capital,  de  Karl  Marx.  Este  año [2018]  el  mundo celebra el bicentenario del nacimiento  de  este  filósofo  alemán  así  como los 175 años de la publicación de sus obras Crítica de la filosofía del derecho de Hegel  y Sobre la cuestión judía,  y  los  170  años  de  la  primera  edición   del   Manifiesto   Comunista, escrito  conjuntamente  con  Friedrich Engels. 2019 será el año en que celebremos los 20 años de la Revolución Bolivariana,  la  primera  del  siglo  XXI, 
y los 250 años del nacimiento de Simón  Rodríguez,  raíz  fundamental  de  ésta y a quien el Libertador sigue llamando “el hombre más extraordinario del mundo”.

Datos comparados
El 28 de octubre de 1769 nace Simón Rodríguez  en  Caracas,  provincia  de  Venezuela, Reino de España. El 5 de mayo de 1818 nace Karl Marx en Tréveris (Trier), Renania, Reino de Prusia. Rodríguez  es  expósito,  es  decir,  fue  abandonado al nacer.
Lo acogen Alejandro Carreño y Rosalía  Rodríguez.  Los  padres  de  Karl  son  Heinrich  Marx  y  Henriette  Presburg.  Rodríguez  escribe  su  primer  libro, Reflexiones  sobre  los  defectos  que  vician  la  Escuela  de  Primeras Letras en Caracas y medios para lograr  su  reforma  por  un  Nuevo  Establecimiento en 1794, a la edad de 24 años. Marx escribe su primer trabajo a los 18 años, la comedia inconclusa Escorpión y Félix (1837).
Rodríguez no puede estudiar en la Real y Pontificia Universidad de Caracas por ser expósito. Marx se gradúa de  doctor  en  filosofía  en  1841  en  la  Universidad Humboldt, de Berlín, con la tesis Diferencia entre la filosofía de la  naturaleza  de  Demócrito  y  la  de  Epicuro .  Rodríguez  se  casa  a  los  24  años (1793) con María de los Santos Ronco  en  la  parroquia  de  Altagracia  de  Caracas.  (En  la  Catedral  solo  se  casaban  los  mantuanos).  Más  tarde se casará con la boliviana aimara Manuela  Gómez.  Marx  se  casa  con Jenny von Westphalen en 1843, a los 25 años.
Rodríguez  se  exilia  26  años  entre Jamaica,  Estados  Unidos  y  Europa,  entre 1797 y 1823, por participar junto a Joaquina Sánchez, Manuel Gual, José  María  España,  Isabel  Gómez  (madre de Manuel Piar) y Juan Bautista  Picornell,  entre  otras  personalidades, en la Insurrección de La Guaira, “Cuna  de  la  Revolución  Americana”,  como  la  llama  Arístides  Rojas.  Marx se  exilió  en  Bruselas  en  1845  y  en  1849 en Londres. En la ciudad belga se convirtió en una figura clave de la Liga de los Comunistas. En la capital inglesa  propone  la  Primera  Internacional Socialista.
El   venezolano   publica   a   los   59  años   su   obra   capital, Sociedades americanas,  en  1828;  a  los  49  años  el  alemán  publica  el  volumen  uno de El  capital.   Rodríguez  publica  su  obra  en  Caracas,  Guayaquil,  Puno,  Chuquisaca,   Cochabamba,   Oruro, Arequipa,  Lima,  Concepción,  Trilaleubu,  Monteblanco,  Tucapel,  Valparaíso,  Latacunga,  Túquerres,  Bogotá y  Guayaquil,  es  decir,  en  la  periferia  epistémica.  Marx  publica  en  Berlín, Londres, París, Nueva York, léase, en el centro epistémico. Rodríguez muere en Amotape, Perú, el 28 de febrero de  1854  a  los  84  años.  Marx  muere en Londres el 14 de marzo de 1883, a los 64 años.
El rol de los filósofos
En  la  tesis  once  sobre  Feuerbach (1845)  Marx  escribe:  “los  filósofos no  han  hecho  más  que  interpretar el mundo, pero de lo que se trata es de  transformarlo”.  Esta  transformación  caracteriza  toda  la  praxis  rodrigueana.  En Sociedades  americanas (1828)  Rodríguez  escribe:  “algunos  filósofos  (de  los  pocos  que  gustan aplicarse  a  hacer  lo  que  aconsejan), asociándose  a  gente  emprendedora, empezaron hace poco un camino nuevo  sobre  planes  en  parte  dados, en parte propios. Apenas han podido abrirse  paso  por  entre  breñas  –han avanzado  poco–  y  la  gente  empieza  a desmayar”.
En Luces y virtudes sociales (1840) Rodríguez dice: “sólo los filósofos saben anteponer el mérito de las cosas a  sus  gustos,  a  sus  afectos  y  a  sus pasiones porque su genio es la exactitud”.  En Crítica  de  las  providencias del gobierno (1843) Rodríguez afirma que la “filosofía es amar a la sabiduría. Es conocer las cosas y conocernos, para reglar nuestra conducta por las leyes de la naturaleza”.
Desde una posición topofílica (amor al terruño), explica que “la flosofía no intenta despojar, de sus propiedades, a los actuales poseedores (sean cuales  fueren  sus  títulos);  pretende,  sí, asignar a los nativos una parte de los Campos Baldíos, que los Congresos [por  error  disculpable]  ofrecen,  de preferencia, a hombres situados a mil y más leguas de distancias”.
Esta es la razón por la cual “los filósofos saben que los hombres condenados  a  la  miseria por  la  casualidad del nacimiento, son instrumentos de desorden, por necesidad”, afirma Rodríguez,  y  agrega  que  “en  esos campos  desiertos  extendería  el  desgraciado,  la  Esfera  de  actividad  que sus  necesidades  le  trazaran  [esfera reducida  en  el  día...  con  muy  corta diferencia...  a  la  que  se  concede  a  una planta] y contento con su propiedad la poseería, sin pensar jamás [si se le enseñaba a vivir socialmente] en usurpar la de un vecino que conocería, tan bien como él, el derecho con que poseía”.
Alí Rojas Olaya
Fuente: Memorias de Venezuela. N° 60,
Octubre 2018

  MENSAJE  DEL  PAPA FRANCISCO EN DICIEMBRE DE 2023  “el Príncipe de la Paz sigue siendo rechazado por la lógica perdedora de la guerra, con...