jueves, 21 de diciembre de 2017

La Navidad de Bolívar y Rodríguez



Simón Bolívar y Simón Rodríguez están en Chuquisaca en la Navidad de 1825. Hacen un balance del año que está por concluir sin ocultar la melancolía que significa para ellos ser huérfano y expósito. Bolívar pierde a su papá cuando tiene 2 años y a su mamá cuando tiene 8. Rodríguez, a cuyos padres biológicos no conoció, pierde a Alejandro Carreño, quien lo cobijó en su hogar, a los 22 años, y a Rosalía Rodríguez a los 30. Bolívar recuerda la carta que escribió en Lima en la Navidad del año anterior “a los soldados del ejército vencedor en Ayacucho” por haberle “dado la libertad” a “una cuarta parte del mundo”.

Allí Bolívar habla de la importancia que para Nuestra América tiene haber derrotado al último virreinato español: “Soldados: Colombia os debe la gloria que nuevamente le dais; el Perú, vida, libertad y paz. La Plata y Chile también os son deudores de inmensas ventajas. La buena causa ha ganado con vuestras armas su terrible contienda contra los opresores”.

Rodríguez le dice a Bolívar que es tal la “sed insaciable de riqueza” de Estados Unidos que harán lo imposible para que no se consolide la unión. Monroe en Norteamérica extermina indios y los sustituye por blancos. Bolívar libera América para los indios, negros y zambos. Colombia es una amenaza para el destino manifiesto. Ambos recuerdan la carta que Bolívar le escribió a Santander el 6 de enero de 1825, en la que resalta la importancia de que Colombia logre consolidarse, “pues tengo la idea de que nosotros podemos vivir siglos siempre que podamos llegar a la primera docena de años de nuestra niñez” porque “las primeras impresiones duran siempre”. Rodríguez le advirtió aquel Día de Reyes que los angloamericanos intentarán sobornar a Páez y a Santander porque saben que Venezuela es epicentro geopolítico.

Bolívar sabe que “el primer desorden” que en Venezuela nazca, “destruye para siempre hasta la esperanza, porque allí el mal será radical y penetra luego a la sangre”. Bolívar presintió “la guerra civil y los desórdenes volar por todas partes, de un país a otro y mis dioses patrios devorados por el incendio doméstico”. En 1825, Bolívar y Rodríguez riegan nuestra América de aguinaldos: devolución de tierras para los originarios, educación popular, preservación y uso racional de las aguas, la conservación y reforestación de los bosques, y los medios de producción en manos del pueblo. El resto de la historia la conocemos: Herodes, Poncio Pilato, Judas Iscariote, Caifás, Barrabás, el Sanedrín… pero también la resurrección.

Alí Rojas Olaya
Últimas Noticias,
20/1272017

jueves, 14 de diciembre de 2017

La Nestlé en los países pobres: el gato en la fiesta de los ratones




Niños africanos esclavizados cultivan buena parte del cacao que posteriormente es convertido en chocolate por las transnacionales de la alimentación, especialmente por la empresa suiza Nestlé. En efecto, los países del África occidental suministran más del 70% del cacao que se comercializa en el mundo, y este es explotado por niños pobres. Estos son atraídos con la promesa de un buen salario; luego son enviados a plantaciones apartadas, lejanas de sus hogares; y una vez allí son prácticamente secuestrados y obligados a trabajar como esclavos. La vida de los niños esclavizados en las plantaciones es una pesadilla. Allí trabajan de 80 a 100 horas por semana. Uno de ellos contó: “Las palizas formaban parte de mi vida. Siempre que te cargaban con sacos (de granos de cacao) y caías mientras los transportabas, nadie te ayudaba. En lugar de eso, te golpeaban y golpeaban hasta que te levantabas de nuevo”. Otro dijo que “jamás había siquiera probado el chocolate; la gente disfruta de algo que me causó sufrimiento producir”. Este cacao es comprado por la Nestlé, y luego convertido en barras de chocolate y ricos bombones mercadeados en atractivos envoltorios.
En la obra “El lado oscuro del chocolate”, la periodista Miki Mistrati afirma que la Nestlé no solo es responsable de comprar el cacao producido por niños esclavizados; lo que constituye en sí misma una práctica empresarial antiética e inmoral. En realidad, asevera, esta compañía es la autora intelectual de todo el circuito económico que genera esclavitud infantil en África. El modus operandi de esta transnacional es el siguiente: Primero propicia una política “amistosa” de cooperación y acercamiento con las naciones productoras de cacao y con la comunidad científica local vinculada a la agricultura cacaotera por medio de una seductora estrategia comunicacional y de un hábil cabildeo político; luego firma convenios científicos y tecnológicos con universidades y centros de experimentación y los asesora en todo lo relacionado con el proceso de producción y comercialización del cacao; a continuación entra en contacto con las comunidades y se familiariza con la idiosincrasia de la población asentada en las zonas cacaoteras; posteriormente se pone en contacto con los dueños de las plantaciones y las casas comerciales, a quienes orienta a fin de que obtengan mayor rendimiento y máximas ganancias; lo que se logra vendiendo toda la cosecha a la empresa monopolista transnacional y bajando los costos de producción mediante la explotación de mano de obra infantil.
 Por supuesto que además del interés económico inmediato, detrás de todo esto está el propósito imperial de Nestlé en el sentido de conocer directamente la biodiversidad de los países que asesoran, e identificar las debilidades, fortalezas y potencialidades de sus habitantes; para sacar así el máximo provecho geopolítico y lograr el mayor control de su economía. Sin saberlo, las naciones que reciben el “apoyo” de esta transnacional se convierten en eslabones de un circuito aparentemente científico que compromete la soberanía nacional y la independencia.
Dada esta información, me ha sorprendido saber que en Venezuela hay actualmente instituciones (nacionales y regionales) oficiales y privadas vinculadas con la producción y mercadeo del cacao que impulsan convenios de asesoría con la Nestlé. Sus promotores son funcionarios públicos, científicos y emprendedores que a lo mejor actúan de buena fe obnubilados por los beneficios que en materia de apoyo a la investigación y a la productividad ofrece la transnacional. Lamentablemente son, por decir lo menos, muy ingenuos y confiados. Creen en las buenas intenciones, el espíritu científico y la filantropía que anima a esta compañía extranjera. Si durante la conquista se dice que intercambiamos oro por espejitos; ahora estaríamos cambiando información agrícola valiosa por espejismos. Por todo esto, los venezolanos no deberíamos concertar acuerdos con corporaciones con agenda oculta, cuyo sentido de la ética es contrario a los principios de humanidad consagrados en nuestra Constitución. En tal sentido instamos a los movimientos ambientalistas, a los defensores de los derechos humanos, a los organismos vinculados con la ciencia y al Gobierno Nacional a abrir un proceso de investigación para conocer y derogar los convenios suscritos. De igual modo, exhortamos a los constituyentes a prohibir en la nueva Carta Magna la firma de acuerdos con quienes han incurrido en violación de los derechos humanos en cualquier lugar del mundo, especialmente cuando las víctimas son niños y niñas. Al respecto, sería pertinente guiarnos por los consejos de Simón Bolívar, quien nos alertaba sobre el peligro de traer a los poderosos a nuestra casa. Expresaba: “Es como invitar al gato a la fiesta de los ratones”.

José Gregorio Linares,
En, Semanario Digital del PSUV, Cuatro F,
Año 4, N° 151, del 6 al 13-12-2017, p. 12

miércoles, 13 de diciembre de 2017

Golpe de timón: ¡Corruptos temblad! (Continuación)

Quien es corrupto es indolente, es decir, no es revolucionario


 El enemigo es la corrupción
Nuestro país, es decir, la República de Colombia, nacida en Angostura el 17 de diciembre de 1819, era el germen de la prosperidad, del vivir bien, de la abolición de la esclavitud, de las riquezas naturales, de las toparquías (estado comunal). Los enemigos de nuestra Patria eran muchos: Estados Unidos y los corruptos internos. En diciembre de 1826 el Libertador escribe al general Rafael Urdaneta: “Parece que quieren saquear la República para abandonarla después. No hay más que bandoleros en ella. ¡Esto es un horror! Entiendo y aún veo que los pérfidos o más bien los viles que han manejado los créditos contra el gobierno de esta provincia han robado a la Patria cruelmente”.

Rodríguez, Roscio y Sucre: enemigos de la corrupción
En 1842, en su libro Sociedades Americanas en 1828, Simón Rodríguez (1769-1854) nos sentencia esta máxima: “La enfermedad del siglo es una sed insaciable de riqueza”. El 7 de enero de 1829 Antonio José de Sucre (1795-1830) escribe a Daniel Florencio O’Leary: “El apego al dinero solo cabe en almas mezquinas; la mía es más apegada a los respetos y consideraciones que creo haber merecido por mis servicios”. Ante la pregunta ¿Quiénes deben ocupar cargos públicos? El Abel de América es categórico: deben ser personas “de un patriotismo acreditado, de una honradez sin tacha y de capacidad suficiente, y que gocen de la confianza pública”. De no ser así: “la mala elección de los empleados, es de una trascendencia fatal al bien general”.

¿Qué hacer?
Volvamos a leer a Rodríguez: “el plan es grande, y al parecer, bien concebido. Para la realización se cuenta con la fuerza, si la seducción no basta. Sometamos el proyecto a la crítica. El siglo tiene su enfermedad; pero también tiene su genio: hay fuerzas en el sujeto, y éstas consisten en sus luces". El 12 de enero de 1824 Bolívar dice: “el único medio de extirpar radicalmente este desorden es dictar medidas fuertes”. La doctrina bolivariana es el candil moral de la Patria. Para el Libertador “la corrupción de los pueblos nace de la indulgencia de los tribunales y de la impunidad de los delitos. Mirad que sin fuerza no hay virtud; y sin virtud perece la República”.
En 1812 Simón Bolívar, en El manifiesto de Cartagena hace una rigurosa autocrítica a “la impunidad de los delitos de Estado cometidos descaradamente por los descontentos y particularmente por nuestros natos, e implacables enemigos, los españoles”. Perdonar las acciones de los traidores y a los corruptos fue un error porque “a cada conspiración sucedía un perdón y a cada perdón sucedía otra conspiración que se volvía a perdonar. ¡Clemencia criminal que contribuyó más que nada a derribar la máquina que todavía no habíamos enteramente concluido!”.
Entre los referentes de la doctrina Bolivariana, además de Rodríguez, Sucre, Roscio, se encuentran Martí, el Che, Ernesto Cardenal, Prieto Figueroa. Son bienhechores de la humanidad. El apóstol cubano nos dice “Urge ya, en estos tiempos de política de mostrador, dejar de avergonzarse de ser honrado. La política virtuosa es la única útil y durable”. Para Ernesto Guevara es vital “denunciar y castigar en cualquier lugar en que se asome algún vicio que vaya contra los postulados de la revolución”.

Tarek “Gogorza Lechuga” Saab
En los 18 años de su corta vida, el coronel trujillano Manuel Gogorza Lechuga (1796-1814) labró un brillante currículo militar bajo las órdenes de Simón Bolívar. El comandante de Niquitao combatió con Girardot, Ricaurte y Urdaneta. Vengó la muerte de Nicolás Briceño pasando por las armas a su asesino José Yánez. En 1813 le encomendaron una tarea difícil: extirpar de las filas bolivarianas la corrupción siendo designado jefe del Batallón de Exterminio de Delincuentes, Bandidos, Desertores, Delatores y Traidores. Desde esa trinchera acabó con el problema. ¡Corruptos, temblad! •

Alí Ramón Rojas Olaya

En, Semanario Digital del PSUV, Cuatro F,

Año 4, N° 151, del 6 al 13-12-2017, p. 11
 

martes, 12 de diciembre de 2017

Golpe de timón: ¡Corruptos temblad!



Quien es corrupto es indolente, es decir, no es revolucionario

La lucha contra la corrupción que está librando el Fiscal General de la República, Tarek William Saab, es la más dura batalla que contra este flagelo se ha llevado desde la época en que el Libertador Simón Bolívar era nuestro presidente. Quien es corrupto es indolente, es decir, no es revolucionario. Todo oportunista es corrupto, solo espera el momento, el chance. Escala su plan disfrazado de oveja y una vez en la cúspide muestra su verdadero rostro. También existe el resentido social que, al ocupar un cargo, piensa que se merece todo lo que obtiene fraudulentamente. Cuando el pueblo sabe que un corrupto es recompensado con otro cargo público se desmoraliza, porque la impunidad amedrenta la moral. Nos dice José Gregorio Linares en su libro La utopía posible que “la corrupción es un enemigo silencioso, así como lo es, según se dice, la hipertensión arterial. Se va metiendo poco a poco en el interior del funcionario público o del revolucionario y va matando imperceptiblemente su mística. Paulatinamente se va apoderando de él un afán de éxito y confort que lo hace necesitar más riquezas y poder”.
En nuestras raíces hallamos una rica fuente axiológica sobre la lucha contra la corrupción. Después de la aprehensión, entre otros funcionarios petroleros, de Eulogio del Pino, Nelson Martínez y Diego Salazar Carreño, primo de Rafael Ramírez, vale la pena entender cómo pensaban estadistas de la talla de José Antonio Páez (1790-1873) y Francisco de Paula Santander (1792-1842), hombres de confianza de Bolívar, ambos traidores y corruptos.

Páez y Santander
Para el Centauro de los Llanos el erario es el botín que merece todo aquel que luchó por la independencia. En su autobiografía es claro: “los que con la espada o la pluma merecieron bien de la patria en las épocas de la contienda y que aspiran a recoger el premio de sus afanes y fatigas, pues no todos suelen contentarse con la gloria póstuma y el aprecio de las generaciones”.
El caso del neogranadino es más patético. Aunque para ambos la Hacienda Pública es su caja de caudales, Santander adolece de la bravía historia militar que ostenta Páez (José Leonardo Infante lo llama El general de las tapias porque solía esconderse a la hora de las batallas). El modus operandi de Santander es sigiloso, insidioso, trabaja como las ratas. La intriga es su arma. Su cobardía la suple de intelectual descalificando
a quien se le opone y haciendo el mal.
Como cada ladrón juzga por su condición, Santander se atrevió a hacer algo que Páez nunca haría: proponerle a Bolívar un negocio indecoroso el 22 de septiembre de 1825. Se trataba del proyecto de construcción del canal de Panamá, que quedaba en nuestro país. Santander intenta con números inmiscuir a Bolívar: “La obra se ha calculado en 10 millones de pesos y contamos con algunos capitalistas extranjeros… muchos amigos de usted tomarán parte. Me atrevo a pedirle a usted dos cosas: 1º. Que usted de oficio recomendara muy eficazmente al Gobierno que favorezca a la empresa; 2º. Que usted consistiese en que se pusiese a usted en la asociación como protector de la sociedad”. El Padre de la Patria le responde con densa claridad ética: “Mi querido general, he visto la carta de usted en que me propone sea yo el protector de la compañía que se va a establecer para la comunicación de los dos mares por el istmo. Después de haber meditado mucho cuanto usted me dice, me ha parecido conveniente no solo no tomar parte en el asunto, sino que me adelanto a aconsejarle que no intervenga usted en él. Yo estoy cierto que nadie verá con gusto que usted y yo, que hemos estado y estamos a la cabeza del Gobierno, nos mezclemos en proyectos puramente especulativos; y nuestros enemigos, particularmente los de ustedes que están más inmediatos, darían una mala interpretación a lo que no encierra más que el bien y la prosperidad del país. Ésta es mi opinión con respecto a lo que usted debe hacer, y por mi parte estoy bien resuelto a no mezclarme en este negocio, ni en ninguno otro que tenga un carácter comercial”.
Bolívar lo conoce al punto que de él dice: “¿Se nos negará que el Vicepresidente se ha enriquecido a costa de la República y que es tan avariento como el más vil hebraico? Todos quieren riquezas; todos quieren obligaciones nacionales. Indemnizaciones, porque el Congreso las decreta y el Vicepresidente las negocia”.
(Continuará)
Alí Ramón Rojas Olaya
Tomado del Semanario Digital del PSUV, Cuatro F,
Año4, N°151, 6 al 13-12-2017, p. 11

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