Quien es corrupto es indolente, es decir, no es
revolucionario
El
enemigo es la corrupción
Nuestro país, es decir, la República de
Colombia, nacida en Angostura el 17 de diciembre de 1819, era el germen de la
prosperidad, del vivir bien, de la abolición de la esclavitud, de las riquezas
naturales, de las toparquías (estado comunal). Los enemigos de nuestra Patria
eran muchos: Estados Unidos y los corruptos internos. En diciembre de 1826 el
Libertador escribe al general Rafael Urdaneta: “Parece que quieren saquear la
República para abandonarla después. No hay más que bandoleros en ella. ¡Esto es
un horror! Entiendo y aún veo que los pérfidos o más bien los viles que han
manejado los créditos contra el gobierno de esta provincia han robado a la
Patria cruelmente”.
Rodríguez,
Roscio y Sucre: enemigos de la corrupción
En 1842, en su libro Sociedades Americanas
en 1828, Simón Rodríguez (1769-1854) nos sentencia esta máxima: “La enfermedad
del siglo es una sed insaciable de riqueza”. El 7 de enero de 1829 Antonio José
de Sucre (1795-1830) escribe a Daniel Florencio O’Leary: “El apego al dinero
solo cabe en almas mezquinas; la mía es más apegada a los respetos y
consideraciones que creo haber merecido por mis servicios”. Ante la pregunta
¿Quiénes deben ocupar cargos públicos? El Abel de América es categórico: deben
ser personas “de un patriotismo acreditado, de una honradez sin tacha y de
capacidad suficiente, y que gocen de la confianza pública”. De no ser así: “la
mala elección de los empleados, es de una trascendencia fatal al bien general”.
¿Qué
hacer?
Volvamos a leer a Rodríguez: “el plan es
grande, y al parecer, bien concebido. Para la realización se cuenta con la fuerza,
si la seducción no basta. Sometamos el proyecto a la crítica. El siglo tiene su
enfermedad; pero también tiene su genio: hay fuerzas en el sujeto, y éstas
consisten en sus luces". El 12 de enero de 1824 Bolívar dice: “el único
medio de extirpar radicalmente este desorden es dictar medidas fuertes”. La
doctrina bolivariana es el candil moral de la Patria. Para el Libertador “la
corrupción de los pueblos nace de la indulgencia de los tribunales y de la
impunidad de los delitos. Mirad que sin fuerza no hay virtud; y sin virtud
perece la República”.
En 1812 Simón Bolívar, en El manifiesto
de Cartagena hace una rigurosa autocrítica a “la impunidad de los delitos de Estado
cometidos descaradamente por los descontentos y particularmente por nuestros natos,
e implacables enemigos, los españoles”. Perdonar las acciones de los traidores
y a los corruptos fue un error porque “a cada conspiración sucedía un perdón y
a cada perdón sucedía otra conspiración que se volvía a perdonar. ¡Clemencia criminal
que contribuyó más que nada a derribar la máquina que todavía no habíamos enteramente
concluido!”.
Entre los referentes de la doctrina
Bolivariana, además de Rodríguez, Sucre, Roscio, se encuentran Martí, el Che, Ernesto
Cardenal, Prieto Figueroa. Son bienhechores de la humanidad. El apóstol cubano nos
dice “Urge ya, en estos tiempos de política de mostrador, dejar de avergonzarse
de ser honrado. La política virtuosa es la única útil y durable”. Para Ernesto
Guevara es vital “denunciar y castigar en cualquier lugar en que se asome algún
vicio que vaya contra los postulados de la revolución”.
Tarek
“Gogorza Lechuga” Saab
En los 18 años de su corta vida, el
coronel trujillano Manuel Gogorza Lechuga (1796-1814) labró un brillante
currículo militar bajo las órdenes de Simón Bolívar. El comandante de Niquitao
combatió con Girardot, Ricaurte y Urdaneta. Vengó la muerte de Nicolás Briceño
pasando por las armas a su asesino José Yánez. En 1813 le encomendaron una tarea
difícil: extirpar de las filas bolivarianas la corrupción siendo designado jefe
del Batallón de Exterminio de Delincuentes, Bandidos, Desertores, Delatores y
Traidores. Desde esa trinchera acabó con el problema. ¡Corruptos, temblad! •
Alí Ramón Rojas
Olaya
En, Semanario Digital del PSUV, Cuatro F,
Año 4, N° 151, del 6
al 13-12-2017, p. 11
No hay comentarios.:
Publicar un comentario